Datos espantosos sobre la Revolución Francesa que no aparecen en los libros de historia

Cuando estalló la Revolución Francesa en 1789, fue un nuevo amanecer para el pueblo llano de Francia. Se ponía fin a la opresión de Luis XVI, el clero y la aristocracia. Hasta ahí, todo bien. Pero, desgraciadamente, las cosas no tardaron en descarrilar: una era de crueldad brutal, ejecuciones públicas y masacres asoló Francia en la década de 1790. Sigue leyendo este artículo para conocer algunas historias espeluznantes de la Revolución Francesa que probablemente no te contaron en la escuela.

Un cocinero cocinaba

En su libro de 2007 You Wouldn't Want to Be an Aristocrat in the French Revolution! - A Horrible Time in Paris You'd Rather Avoid, el autor Jim Pipe relata una historia extraordinaria. Según Pipe, cierto ayudante de cocina proclamó su apoyo a la reina francesa, María Antonieta, en la revolución. Fue un error: una turba lo apresó y torturó con mantequilla caliente. Las cosas empeoraron cuando la víctima murió quemada.

Recuerdos espantosos

Tras la cita del rey Luis XVI con la guillotina en 1793, algunos de los espectadores más macabros aprovecharon la ocasión para hacerse con algún recuerdo. Algunos cortaron mechones de pelo de la cabeza del monarca, mientras que otros sumergieron pañuelos en su sangre. En 2013 se subastó en París un paño supuestamente manchado con la sangre de Luis que se vendió por 24.400 dólares.

Famosas últimas palabras

Cuando María Antonieta sube al cadalso para sostener la guillotina que se le va a aplicar, pisa los pies de su verdugo. Dado que debía de estar bastante nerviosa, esta metedura de pata es perdonable. Aun así, la reina, cortés hasta el final, dijo: "Perdón, monsieur. No lo hice a propósito". Y esas fueron las últimas palabras que pronunció antes de perder la cabeza.

Caída de la Bastilla

Cuando estalló la Revolución Francesa, los ciudadanos enfurecidos apuntaron a la Bastilla, la infame cárcel parisina donde los reyes habían encarcelado a sus enemigos. Desgraciadamente, cuando una turba enfurecida llegó a los muros de la Bastilla, resultó que nadie se había acordado de llevar explosivos para volar el lugar. Sin inmutarse, los ciudadanos revolucionarios derribaron los muros con sus propias manos.